Estar secretamente enamorada de mi jefe era probablemente la cosa más inconveniente y más insensata que había hecho. Ni siquiera creo que me cállese bien del todo. La realidad es que era un jefe bastante severo; Le gustaba que las cosas fueran de una sola manera y esa tenía que ser la correcta, no había opción a dudas o errores, si alguien cometía algún error en su trabajo, se iba. Era bastante rígido, serio, su obsesión con la puntualidad, con la ortografía, con las reglas de etiqueta y con que todo gire a su alrededor, hacia que día con día mi trabajo fuera muy difícil. Aun que creo, sin temor a ser despedida por equivocarme, que una de las cosas más difíciles de mi trabajo es el, con su 1.90 de altura, fuertes brazos, gran espalda, las sonrisas furtivas que me lanza y cree que no veo, es lo que que lo hace más difícil.