Competir por una calificación nunca me pareció algo divertido hasta él. Odiaba la manera en la que se empeñaba por fastidiarme, la sonrisa ladina que se desprendía de sus labios cuando obtenía un mejor puntaje que yo en los exámenes, como se burlaba al verme esforzarme por superarlo, sus estúpidos retos y sus ridículos apodos. Él era mi némesis académico. Cuando empezamos a desafiarnos, nadie nos advirtió que terminaríamos luchando por algo más importante que una nota, nosotros mismos.