Lamya, nacida entre los vientos dorados de los Montes de Arena en Egipto, había vivido toda su vida bajo la sombra de las grandes carpas del harén de Saladino. Era una de las muchas, pero no menos especial, por su habilidad en la medicina y sus conocimientos de las hierbas. No obstante, la vida que conocía cambió abruptamente cuando fue ofrecida como un regalo de paz, un lazo vivo entre dos mundos en guerra. La travesía hacia Jerusalén la dejó aturdida, perdida entre la grandeza de un reino extraño y las miradas escrutadoras de aquellos que la veían como un símbolo, más que como una persona. Al llegar al palacio de Balduino IV, el joven rey, la confusión se asentó en su corazón. Su papel, su propósito, parecía difuminarse bajo el peso de la incertidumbre. Balduino, conocido por su sabiduría y fuerza a pesar de su frágil cuerpo, la miraba con desconfianza. Se sabía un monarca, pero también un hombre enfermo, y la cercanía de Lamya lo hacía sentir vulnerable, como si aceptar su presencia fuera aceptar la derrota. No quería que su corazón se ablandara, temía lo que eso significaría en medio de sus luchas constantes. Pero Lamya, con una valentía nacida del desarraigo, no se dejó intimidar. Sabía que detrás de la dureza de Balduino había un ser humano que sufría, y aunque su nuevo mundo le era ajeno y frío, estaba dispuesta a acercarse a él. Su deseo no era solo sanar su cuerpo, sino también su alma, mientras ella buscaba entender su propio lugar en esta tierra extraña. Así, entre los muros de Jerusalén, comenzaba una historia de encuentros y desencuentros, de una mujer que traía la paz en su corazón y un rey que se resistía a recibirla.All Rights Reserved
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