Las luces azules eran cegadoras, los gritos de la gente lo ensordecian, y cada abrazo que recibía, cada "felicitaciones campeón" que escuchaba, no eran los que esperaba. Marcos había ganado Gran Hermano, pero Agustín no estaba allí para festejar con él, y nadie parecía atreverse a decirle la razón. Para suerte suya, Coti siempre estaba a dispuesta a hablar (y a despertar a medio edificio a los gritos, de ser necesario).