- ¿Por qué no comparar nuestro amor como una galaxia? -expresó con entusiasmo saliendo de cada poro en su ser, Fred. -Es prácticamente lo mismo -secundó con el mismo entusiasmo al mismo tiempo que daba un salto para ponerse encima de la mesa, George. - ¿Están queriendo comparar este desastre con una galaxia? -cuestionó la joven al mismo tiempo que elevaba una ceja. -Exacto -prosiguió de lo más simple George- así como los meteoritos bailan en la galaxia y alrededor de planetas... -También crean desastres por donde aterricen -interceptó con un bramido Fred, intentando hacer un movimiento de sus manos relacionado a una explosión- así que describe perfectamente nuestro amor, eres como un sol... -Eres tan atrayente para ambos, nosotros somos tus planetas que te rodean y giran alrededor tuyo -George se bajó de un salto de la mesa, se acercó de manera rápida a ella para así pasar su brazo alrededor de sus hombros. -Como siempre ha sido y será -concluyeron la oración juntos con clamor, Fred se aproximó del lado contrario de ella, tomó su mano para entrelazarla con la suya, ambos se acercaron a su rostro para darle un beso en cada mejilla con tanto fervor. Maldición... esos labios, esos malditos labios... En donde Alcíone al fin asiste a una escuela de magia y no cualquier escuela, sino en Hogwarts, dónde habrá muchos aprendizajes de vida, pero, sobre todo, en donde encuentra a su llama gemela y su alma gemela, sus hilos rojos, pero en la que debe tomar la decisión de solo uno. En donde los gemelos tienen que aprender a cerrar la boca y enmendar sus desastres para que ella no dé un paso atrás, o al menos no de nuevo después de aquel desastre. Un momento en la que descubre la verdad y se encuentra a sí misma, pero lo más importante, aprende hacerse escuchar y amarse a sí misma. Acompáñame a leer esta historia de tres hilos rojos, que por más que tires y enredes no se deshace. Después de todo, su amor es como una galaxia ¿no?