Una noche, paseando por el bosque, observé una danza de hadas. Desde lejos, parecían estrellas de luz titilante. Entonces decidí adentrarme entre los árboles frondosos y el musgo suave, viajé por todo el mundo y recogí todos los relatos, las historias y las leyendas de estos seres mágicos, diminutos, a veces alados, traviesos, dulces, juguetones... que en en alguna ocasión se han aparecido a los humanos de forma misteriosa para ayudarles o castigarlos.
En mi periodo no solo descubrí el revoloteo de las hadas de los bosques, sino también las hadas que habitan las aguas: seres menudos que nadan en los mares, ríos o lagos y que muchas veces tienen una cola de pez. Aún me adentre más en su mundo fascinante y descubrí a las hadas de las cavernas, que son capaces de ver el interior de las hadas, Titania, que Shakespeare inmortalizó, y muchas otras, como las hadas del fuego o las sílfides.
"Todo fue tan espontáneo, tan natural, que ha ninguno de los dos nos pareció raro que, de pronto, mi mano estuviera en su mano y que nos miraramos a los ojos como dos tontos."
_Mario Benedetti