Julia, 18 años, gimnasta artística desde los 7 años. Tras la presión del sueño frustrado de mi madre de nunca consiguió llegar a lo más alto, mi nombre y el de mi mejor amiga Lucía sonaban como el futuro español en gimnasia rítmica. Las jóvenes promesas que, durante sus olimpiadas en Tokio, iban a tener dos obstáculos con nombre y apellido que iban a hacer romperles los esquemas.