Blaise, una niña de nueve casi diez años, se ve atraída en un viaje en tren hacia la famosa ciudad de Londres. Debe visitar a tía Abigail, la que en los años se ha vuelto la más parecida a una madre.
Bien, Londres es hermosa y encantadora, dónde las sonrisas nacen y se contagian, pero... ¿realmente sabe o cree saber, la joven Blaise, las reales intenciones por las que repentinamente viaja sola en estas circunstancias?
Mientras, almas distintas, pero con corazones de oro, se vuelven próximas a Blaise en distintas situaciones y etapas de su vida. Una de ellas es el increíble tren, ¿y por qué se enfoca todo esto a un tren principalmente? Porque da a convencer, que cualquier relación ya sea amistosa, no necesariamente surge entre dos seres vivos.
Puede ser un gusto y un placer montar en un tren, asomarse en la ventanita, y dejar la mirada maravillada envejeciendo sobre el paisaje a cada roce de vías bajo los pies.
Quizá envejecer no sería la palabra, lo sería... "enamorarse de la vida". Como es el caso de Blaise Maxwell, quién no se pensaría ni hubiese pensado que viajaría en un "sin parar" dentro de un vagón unido a otros tanto como un puzle inmenso, y que, cuando sus emociones fuesen negativas, sería un pilar fundamental para recrear la felicidad. Sería... "El tren".