(Se recomienda leer después de Hasta que las estrellas dejen de brillar pero no es necesario para entender la historia). Cualquiera que ve a Allan White piensa que su vida es perfecta y que no hay dolor en su corazón, pero la verdad es que solo finge. Finge que no tiene miedo. Finge que no está herido. Finge que es feliz. Micaela Rodríguez no conoce el amor. Sus padres la detestan y no lo ocultan. Como si fuera poco, tiene una pésima suerte con las relaciones. Pese a todo, se las arregla para sonreír cada día y fingir. Finge que no le importa que sus padres no la quieran. Finge que no está harta de que le digan que algo está mal con ella. Finge que no quiere volar muy lejos, donde al fin pueda ser libre de sus ataduras. Un casero, una apartamento que compartir y largas tardes de películas unirán sus caminos, y tal vez eso era justo lo que necesitaban para dejar ir el miedo y volar.