¿Seré yo el que acabe con el sueño, o será el sueño el que acabe conmigo? Esa era la pregunta que yo, Hayashi Owari, me había estado preguntando durante aquellos monótonos seis años, mientras buscaba una manera de huir de Nagoya. Tres años después en Shibuya. Una caída, un asesinato. Solo eso fue suficiente para recordar que la había matado. Pero entonces la nueva pregunta era: ¿por qué estaba siendo secuestrado?