En la vida de toda persona hay un momento crucial, decisivo. Un momento tan fundamental, tan fuerte y nítido que uno se siente como si le hubieran golpeado en el pecho, dejándolo sin aliento, y sabe, con la más absoluta certeza, sin la menor sombra de duda, que su vida nunca volverá a ser igual. En la vida de Harry Styles, ese momento ocurrió la primera vez que vio a Louis Tomlinson. Después de toda una vida de ir detrás de omegas, de sonreír ladinamente cuando iban detrás a él, de dejarse atrapar y luego volver las tornas hasta ser el vencedor, de acariciarlos, besarlos y hacerles el amor, pero sin comprometer jamás su corazón, le bastó una sola mirada a Louis Tomlinson para enamorarse tan total y perdidamente de él que fue una maravilla que se las arreglara para mantenerse en pie. Pero, por desgracia para él, el apellido de Louis continuaría siendo Tomlinson sólo treinta y seis horas más, porque la ocasión en que lo conoció fue, lamentablemente, una cena para celebrar sus inminentes nupcias con su primo. Adaptación al libro de Julia Quinn "El corazón de una Bridgerton"