Siempre fue complicado expresar lo que sentía, trataba de respirar aire fresco y mantener la calma dentro de una tormenta eléctrica que me producía quemaduras térmicas, que dejaron cicatrices que tuve que aprender a curar. Ser el árbitro en un partido donde tu corazón y tu mente son los equipos opuestos que tratan de obtener la victoria para convertir tus decisiones en sus marionetas, y hacerte guardar silencio mientras observas como todo lo que tienes va desapareciendo poco a poco. Desde amistades que daban todo por ti, hasta completos desconocidos. Figuras que siempre hicieron falta, aunque siempre estuvieron ahí. Un mar de barcos que tenían como carga unas extrañas mezclas de sentimientos y pensamientos que provocaban la desorientación del capitán durante su navegación. Nunca pensé que estando solo podía sentirme tan observado, que mi silencio era lo suficientemente fuerte para provocar grandes ecos en mi cabeza. Todo es una mezcla de los acontecimientos que a lo largo de mi vida fueron modificándome poco a poco, donde me convertí en un experimento en desarrollo bajo observación, donde me convertí en la musa del desastre.