Ninguna de las dos se esperaba algo así; a pesar de estar metida en un matrimonio infeliz y que cada día veía caer en picada, Vanesa jamás habría imaginado tener sentimientos hacia una mujer. Mónica, en cambio, se había fijado en ella de inmediato, al igual que su esposo. Ambos coincidían en algo: Vanesa era perfecta para ellos. O eso había parecido en un principio, pues Mónica acabó descubriendo, de la forma más inesperada, el velo oscuro que cubría la vida de aquella mujer, dejándola fuera de cualquier posible juego entre tres.