Las fiestas, la ropa, los chicos, las chicas, la fama, el dinero, la posición social y todos los demás placeres de los que puedo gozar.
A mi corta edad de dieciséis años he vivido muchas cosas, nada malas por suerte. Padres adinerados y viviendo la vida que merezco y que muchos envidian. Al ver a las hijas de las amistades de mis padres me muero de sueño al ver lo aburridas que son, así todas con sus modales, su clase, su sumisión y gustos tan simples. Yo no soy delicada o sumisa, mucho menos normal, amo ser diferente, amo mi vida, siempre al máximo, aunque a mis padres no les parezca, aún así me miman por ser su única hija.
Varias veces he sido arrestada por conducir ebria o drogada, chocar uno que otro carro por cruzarse en mi camino, arrancarle el cabello a un par de chicas y cosas así que para nada parece que vengo de una familia de clase y dinero, y mucho menos que porto mi apellido.
Mi única amiga es Rachel, ella es muy conservadora e inocente, es la única persona en el mundo que me comprende y apolla en todo aunque no esté de acuerdo, nuestros padres son grandes enpresarios muy amigos y socios en varios negocios, a nosotras jamás nos ha interesado eso, nos conocemos desde que nacimos y ella es la única chica tranquila con la que puedo llevarme.
No esperen que sea una santa niña inocente viviendo en la ciudad del pecado: Las Vegas.
No le temo a los riesgos, las noches, los tequilas, el sexo o las fiestas, me maman los excesos ¡vamos a matarnos!. Más bien, la diversión nocturna es lo mío.
La cosa al fin y al cabo es que una más y mis padres tomarán medidas drásticas según ellos, la verdad no creo que interfieran en nada, no serían capaces. ¿O si?