Juan Gómez vive y no vive, pero no deja que nadie note lo que le falta de vida. Trabaja porque así come, y come porque así no muere, pero no hay nada aparte de esto que tenga algún significado para él. Preguntándose si es preciso buscar la muerte o dejar que ésta le encuentre, sigue siendo atormentado por los recuerdos de aquel cenizero ya frío de lo que alguna vez fué un amor en llamas. Y es que el hombre que perdió todo, menos la capacidad de sentir el frío que asola su abandonada casa, no tiene ánimos ni siquiera de pensar en un motivo para continuar vagando sobre la miserable vida en la que se hundió por culpa de un mero capricho. La presunta buena suerte de la que goza, irónicamente lo convierte en el hombre con más mabita.All Rights Reserved
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