"Ella no lo sabía, yo sí. Este secreto golpeaba mi corazón vehementemente. Lo hacía latir. Otra vez. En las noches, mi mente insistía en recordarla y un fuego incontrolable me persuadía a llevarla, llevarla conmigo para siempre; pero la razón me abría los ojos y me suplicaba de rodillas que la dejara vivir sus días, una cotianidad de la que yo no podía disfrutar sin dejar de sentir tanta culpa. Mi sueño estaba ahí, recorriendo sus venas, ese olor apacible que me hacía desearla. Tenía que acercarme más. Nunca sería suficiente. No era una obsesión, como muchos pensarían, no, era mi vida en la suya. Mi ser entero había estado gritando por décadas, años enteros en los que no quise cerrar los ojos para no olvidarla. Soñé cada día, despierto, deseando el momento en el que este frenesí renacería. Al fin apareció, la pude ver otra vez y con locura mi corazón la buscó, me arrastró con ella; más para mi desdicha, ahora me teme. Sus ojos como un sol en llamas se horrorizan conmigo. Me teme como a nadie, se escapa de mis sueños. Tal vez nota el vacío, la soledad, el dolor, y la larga, larga espera". Alan Ducruet.All Rights Reserved
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