4 parts Ongoing Desde que Oscar Piastri llegó a McLaren, Lando Norris había sido... bueno, Lando. Bromista, efusivo, siempre buscando una risa o un abrazo, aunque Oscar, reservado como era, nunca terminaba de corresponderle del todo. Una sonrisa incómoda, un leve asentimiento, y poco más. Oscar simplemente no sabía cómo manejar a alguien tan abierto como Lando.
-¡Vamos, Piastri! ¡No seas tan seco! -bromeaba Lando cada vez que intentaba abrazarlo después de una carrera o en los boxes.
Oscar apenas se reía. No era que le cayera mal Lando, pero tanta cercanía lo hacía sentir incómodo. Así que Lando, tras semanas de intentarlo, decidió que ya estaba bien.
De un día para otro, dejó de forzarlo. No más bromas pegajosas, no más abrazos, no más sonrisas insistentes. Lando, en cambio, empezó a acercarse a otros pilotos: a Charles, a George, incluso a algunos rookies nuevos.
Pero lo que realmente desató algo dentro de Oscar fue ver cómo Lando se encariñaba rápidamente con uno de ellos: un piloto argentino, joven, divertido, que parecía perfectamente sincronizado con Lando.
Compartían risas escandalosas en el paddock, se abrazaban sin vergüenza, y en las redes sociales no paraban de intercambiar bromas internas.
Al principio, Oscar se dijo que no le importaba. Mejor así. Menos distracciones. Más concentración.
Pero cuando los vio abrazados, riendo de algo que él no entendía, algo incómodo le retorció el estómago.
En la siguiente reunión del equipo, mientras todos charlaban y Lando bromeaba con el piloto argentino, Oscar no pudo evitar lanzar miradas constantes. Ni siquiera se dio cuenta de que su pie golpeaba nerviosamente el suelo bajo la mesa.
Ni que su ceño estaba fruncido.
Después de la sesión, Oscar interceptó a Lando en el pasillo.
-¿Ya no hablas conmigo o qué? -soltó de repente, más brusco de lo que pretendía.
Lando parpadeó, sorprendido.
-Pues... pensé que preferías que no lo hiciera -respondió, sin rastro de enfado, como si d