Mientras el sol más brillante de Lavina cambiaba sus colores para reflejar a las criaturas que lo habitaban, el planeta mismo parecía irradiar magia y asombro. Sus frondosos bosques estaban llenos de criaturas que concedían deseos y ejercían magia, brindando alegría y felicidad a todos los que los encontraban.
Pero al otro lado de Lavina, acechaba una gran oscuridad. Era un lugar de pesadillas y miedos, donde las criaturas estaban retorcidas y corrompidas por la misma oscuridad que las rodeaba. Este lado de Lavina estaba separado del resto del planeta por una esfera protectora, una barrera que mantenía contenida la oscuridad y evitaba que se extendiera al resto del planeta.
Como hija del rey y la reina de las especies de hadas de la Luz sin alas, Sage siempre se sintió fuera de lugar. Toda su vida le habían dicho que su falta de alas significaba que no tenía ningún don mágico, a diferencia de sus compañeros que habían sido bendecidos con varias habilidades basadas en los diseños y colores de sus alas.
A pesar de los constantes recordatorios de su supuesta inferioridad, Sage siempre había tratado de encontrar su propia forma de contribuir a su sociedad. Tenía un corazón bondadoso y una mente curiosa, siempre ansiosa por aprender y ayudar a los demás. Pero sus esfuerzos a menudo fueron recibidos con indiferencia o incluso con desprecio por parte de algunas de sus compañeras hadas, quienes la veían como una carga inútil para su sociedad.
Uno de los oponentes más vocales de las hadas de la Luz fue un hada de la creación llamada Leo. Era conocido por su mal genio y su poderosa magia, y había odiado a Sage desde que podía recordar. Pero a medida que la situación entre ellos y las hadas oscuras se volvió más grave, Leo comenzó a darse cuenta de que podría necesitar a Sage más de lo que nunca pensó.
Una extraña obsesión.
No supo cuando ni como empezó, era extraño que cada vez que lo veía sus instintos se ponía a flor de piel.
Su nombre era Daenerys Targeryen, y su vida había estado marcada por una obsesión silenciosa pero profunda: Jacaerys Velaryon.
Pero, como las olas que golpeaban la orilla, su obsesión se estrellaba contra la dura realidad de que Jacaerys parecía tan distante e inaccesible como el horizonte mismo.