Aún la recuerdo. Sus ojos color café claro que albergaban alegría pura. Su sonrisa tan cálida como el sol. Su cabello castaño y suave como su propia piel. Las pecas que pintaban su rostro que con su sonrisa y esos hermosos hoyuelos terminaban de convertirla en una vivísima obra del mejor de los artistas. Riley Dickson era su nombre. El nombre de la chica que había amado durante toda mi vida en secreto. Aquella chica que cambio tanto que no podía encontrarse a si misma. Que buscaba entre los demás pistas que la ayudarán a saber que había sido de su niña interior. Riley Dickson siempre había sido la estrella en mi cielo. Y allí, al verla tan destrozada, supe que así fuera a dolerme, era mi turno de alumbrar su cielo y sacarla de la penumbra que poco a poco la consumía.