Reparar lo que no rompí se volvió tan rutina que no me di cuenta que una de esas cosas tenía que ser a mi. Me estaba cayendo a pedazos como un rompecabezas sin terminar. No me daba cuenta que los pedazos se fueron quedando a medio camino. La única diferencia es: Esta vez no sé cómo armarlo. Ya no era retratos, sino mi vida.