EL DESPERTAR DE LA BESTIA

Veriliam contemplaba con asombro al Ángel Diamante, cuyo porte imponente se alzaba sobre la isla como un guardián petrificado de la naturaleza. Los árboles gigantes que alguna vez lo rodearon yacían ahora a sus pies, sus historias grabadas en las vetas de la madera convertidas en piedra, testigos silenciosos de un tiempo que ya no volverá.

Mas al mirar con detenimiento las estructuras que se asemejaban a formaciones volcánicas, Veriliam se percató de las formas hexagonales perfectas, mil veces más semejantes a las vetas de la madera que a una formación por "lava solidificada" y otros materiales. A esta forma se le daba el nombre de estructura basáltica hexagonal, y se podía encontrar en todo el mundo.

En tiempos pasados, se sabía que el silicio era un gran conductor de energía, y estos enormes árboles podían haber albergado una gran cantidad de información y energía, por lo que podrían haber llegado a medir alturas inimaginables. Pero ahora, solo quedaban restos petrificados, como si alguien los hubiera cortado con una enorme máquina con tecnología no humana.

Y así, estos grandes árboles se convirtieron en el hogar de la raza de los Asura, quienes habitaban en ellos, respetando su antigua majestuosidad y sabiduría que se perdía en el tiempo. Veriliam se sintió abrumado por la grandeza del Ángel Diamante y la historia que yacía oculta tras sus vetas de piedra.