Aegon y Rhaenyra estaban destinados a estar juntos, o a morir de manera trágica. En el último tiempo él no podía dejar de pensar en ella, su obsesión se volvió mucho más personal, yacer con prostitutas, doncellas y la propia Halaena no era suficiente para calmar su apetito. De su cabeza no escapaba otro nombre que el de Rhaenyra, quería tenerla, poseerla, amarla y al mismo tiempo quería desposarla como un trofeo.Todos los derechos reservados