Tan indigna eres del respiro, mala madre/
Que juzgando la vida de absurda porfía,/ Ingrata, en lugar de reprocharla a tu padre, /sin conocer mi criterio arrancaste la mía.
Hasta la urna de tu boca alzaste los ovarios/ alegando ser dueña de tu cuerpo, mentirosa/ y perdiéndose tu Adán contigo y mandatarios/ elevaste a la serpiente de nuevo victoriosa.
Con este ajuar de indigencia en el alma/ tarde serás presentada a quien esperas/ para ti suplico: larga vida y poca calma;/
Tormento en vez de hijo hasta que mueras.
Salpicada de mi sangre hasta la frente/
Implorando haberme amamantado rodarás/ con un calvario que, ocultando su simiente,/ madre, mujer terca, en vano llorarás.
Al Señor suplico si me requiere encarnado/ que en otro vientre, no el tuyo, se complazca/, pues mejor, impura, que crecer a tu lado/ prefiero, ahora sí, morir antes de que nazca.
D. L. CO-809-2.001