Eran gemelos, casi idénticos, como dos gotas de agua si no los conocías bien; cabello oscuro, ojos de un profundo color almendra y diminutos lunares esparcidos por toda la piel blanca que poseían.
Uno creció en la ruidosa y agitada ciudad de Los Ángeles, otro en una ciudad tranquila y pacífica de México. Y, pese al increíble parecido físico, ambos eran tan diferentes en gustos y personalidad que sus padres muchas veces podrían creer que no eran ni hermanos.
Y, de hecho, habrían seguido viviendo separados sin preocuparse el uno por el otro, hasta que el padre de ambos enfermó y uno de ellos tuvo que sacrificar su vida ya establecida para comenzar en un nuevo lugar.
Alex, el hermano que debió hacerlo, deberá aprender a vivir en un país donde no se puede desenvolver bien.
Junto a su hermano, y muchos nuevos amigos, Alex encontrará el amor.