Kazumi y Shiro eran unos adolescentes cuando por azares del destino se dejaron de ver. Cuando se volvieron a encontrar, ella era una mujer de 23 años, una médica exitosa, pero con muy baja autoestima al tener una familia que solo le ofrecía palabras hirientes y desmotivadoras. En cambio, él era un hombre de 27 años que no había podido continuar con sus estudios, que trabajaba todo el día, para poder sobrevivir, teniendo como principal motivación para continuar subsistiendo en ese mundo la ilusión de volver a ver a aquella niña de quien se enamoró a primera vista cuando la conoció. El reencuentro lo pone a él como su salvador al defenderla de dos borrachos que la acosaban. Los maravillosos y únicos ojos dorados de Shiro hicieron que Kazumi lo reconociera y la amistad que habían forjado hace más de 10 años regresaría como si el tiempo no hubiera pasado para ellos. Sin importar las diferencias entre ellos, ambos estaban dispuestos a dejarse llevar por los sentimientos que tenían uno para el otro, hasta que la noticia del verdadero origen de Shiro llegó.