¿Cómo podría un marido puesto y atractivo convencer, no solo su esposa sino también a la policía, de que una joven cuyo cadáver fue descubierto en sus habitaciones, no tenía nada que ver con él? Este es el problema que tuvo que enfrentar el empresario teatral Pedro Duluth, quien nunca se hubiera visto en un aprieto semejante si su esposa, Iris, a quien adoraba, no se hubiese ido de viaje. Porque en realidad lo que impulsó a Pedro a dedicar sus extensiones a una joven solitaria que conoció en una fiesta fue únicamente su espíritu bondadoso y comprensivo... y un poco de vanidad masculina. Al parecer, las relaciones de ambos habían sido inocentes, pero Pedro se encontró enredado en una verdadera telaraña de maldad, en un laberinto del que aparecía no haber escapatoria posible y donde en cada vuelta quedaba se encontraba con nuevos peligros.