Sus ojos grises, frios, astutos y templados, no reflejaban la tormenta que habitaba en su alma, sucesos que cada día ardian más, borraron el recuerdo efímero de lo que ella algún día fue.
Él, fue la calma a la tormenta, ese recuerdo inefable, que sangraba más, él le enseño a vivir sin necesitar de nadie, pero al final nunca le enseño como vivir sin él, ese dolor fue el que aprendió a lidiar, pero nadie, nunca, pudo sanar.
"El lleno todos mis vacíos, pero nunca me enseñó como llenar el vacío de su ausencia"