Ocurría siempre el mismo día, coincidiendo con su cumpleaños número veinticuatro, puntual como un reloj. A pesar de que se iba a dormir la noche anterior sin tener ni idea de nada, cuando despertaba en su cama a la mañana siguiente, lo hacía con la información justa y necesaria para saber qué se avecinaba. Pronto, era cuestión de tiempo, aparecería alguien, no sabía quién, y lo asesinaría. Empezando una nueva cuenta atrás que terminaría en su próxima reencarnación, cuando volviera a llegar a esa edad, a ese mismo momento.