El manto nocturno adornado de miles de estrellas centellantes brillaban con dulzura, la brisa marina acariciaban con delicadeza los cabellos castaños del muchacho que se hallaba bailando con sus dedos en las finas cuerdas de su guitarra, siendo acompañada la bella melodía con el danzar de las olas y la espuma oceánica azotando la costa sutilmente. Pero ni de esa forma el canto de aquél joven de tez morena se veía opacada, su voz era radiante, como las mismas llamas de un fuego inalterable y lleno de fervor. "Ni de esa forma tu brilla se apaciguará, ni de esa forma tu brillo dejará de permanecer latente, como los latidos de mi corazón vigente.. Oh, cariño mío, ¿te haces una idea de este latir lo que me hace sentir? Ante este amor tan puro, juro nunca jurarte un amor eterno, pero si uno tierno, capaz de sanar aquellas heridas en tu corazón, convirtiéndolas en una despedida dulce, a pesar de separar nuestras vidas perdidas..." Tarareaba el castaño aquella melodía con tranquilidad, tan dulcemente que parecía una canción de cuna, observaba las olas acercarse y chocar contra las rocas y sus pies, casi como si anhelaran escucharlo, como si quisieran oír los cantos de su alma. Su mirada azul turquesa se hallaba centrada en sus dedos danzando en las cuerdas de su guitarra al son de su voz cantando tan bella melodía.