Siniestro

Erótico

Siniestro

No sé cómo contar la experiencia que tuve que me marcó de por vida.
Contaba con la edad de quince años, y por desgracia me tocó hacer las calles de La Habana vieja.
Los turistas me acechaban por las avenidas, hasta que un coche antiguo se detuvo ante mi. Un hombre mayor se bajó para ofrecerme un trato. Estar con dos amigos de él, incluido él mismo.
Acepté, la plata me hacía falta.
Llegamos hasta una casa colonial, vacía, solo habitaban los nombrados anteriormente.
Me ofrecieron beber una bebida espumosa. De un trago deleité ese manjar de frutas y acto seguido tres hombres de la misma edad se abalanzaron sobre mí.
Tumbada en un lecho de raso, dejé que me poseyeran.
Mástiles de poca envergadura se posaban dentro de mi centro.
Sus movimientos eran lentos, agridulces y bastante bastos, a lo que a mi corta edad estaba acostumbrada.
- Venga, ramera. Haz que me corra, deja que mi fusil haga su trabajo.
Acataba las órdenes de mis viejos guardianes, mientras su pueril miembro hacían el trabajo de satisfacer mi pequeño e ignorante orgasmo. Durante esa noche, supe que mi vida no era lo que esperaba (…)