Cuando él intentó atraparme en su hermosa jaula de oro, enredarme en su intrincada red de hilos de plata y sus manos intentaron cubrir mi boca para que guardara silencio, entonces yo tomé un arma y la apunté directo a mi cabeza, porque sabía que era su debilidad, y que él, celoso como era, no me permitiría huir a los brazos de alguien más, ni siquiera a los de la muerte. Entonces disparé, no a mí, sino un tiro limpio hacia él, porque nadie había esperado que fuera su prometida quien lo asesinara sin piedad en su habitación. Tomé la corona. Tomé su imperio. Tomé cada cosa que él solía amar y la hice arder. Solo entonces me permití hacer crecer mi propio reino de entre las cenizas del suyo. Al final, apareció su hermano, tanto en armas como de sangre, y su juramento de lealtad fue tan real como mi arrepentimiento, pero le permití acercarse, porque tenía potencial, y no hay diversión en un reinado infinito, sino en uno que se tambalea sobre los cimientos de los huesos de quienes rigieron antes. Necesitaba un sucesor, y solo sería digno aquel que eligiera serlo aún sobre sus más profundos anhelos, sobre mí. Borrador (en proceso) Acción / Dark romance (enemies to lovers) Todos los derechos reservados.
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