Armageddon

Fácilmente la vida podría ser comparada con un simple juego de mesa. Damas, o ajedrez... no importa el tipo, tampoco las reglas. Pero hay algo que nunca cambiará: la dinámica. Existirá un oponente -casi siempre catalogado como el enemigo-, uno de los dos bandos -o jugadores- dará el primer paso, y luego le tocará al opuesto pensar para decidir cuál sería la mejor opción y dar el segundo.

Pues de eso se trata: ver, observar, razonar, para así poder descifrar los siguientes pasos del respectivo oponente. Pero... ¿Qué pasaría si el jugador contrario no pensara, no razonara? Pues sería imposible descifrarlo.

Pues nosotros -la ignorante humanidad- dimos el primer paso, sin pararnos a pensar en las posibles consecuencias, o más bien las imposibles. Así fue como el enemigo tomó ventaja. Sin siquiera pensarlo -en todo el sentido literal de la palabra- comenzó a ganar un juego que solo podía acabar con la extinción de, únicamente, una de las dos partes jugadoras.

Jenna Kant -una chica de diecisiete años- se encontrará en medio de este juego destructivo, tratando de sobrevivir a una guerra sin aparente final.

En el transcurso de su supervivencia tendrá que enfrentarse a entes sin vida, guiados por su hambre insaciable, cuyos cuerpos alguna vez tuvieron un alma, una identidad, un nombre. Pero que ahora no son más que monstruos capaces de destruir hasta la última gota de humanidad existente en la faz de la tierra.

Monstruos que, sin lugar a duda, provocarán un apocalipsis, dándole vida al armageddon.

"Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja"