52 parts Ongoing La noche caía sobre Nueva York, envolviendo los rascacielos en una mezcla de neón y sombras, pero para Hayley, la oscuridad no era simplemente ausencia de luz. Era una presencia viva, sofocante, que la seguía con cada paso. Desde hacía días, el miedo era lo único constante. Ghostface la perseguía... siempre cerca, siempre acechando, siempre a punto de atacar.
Huir fue su única opción. Empacó lo poco que tenía y subió a un autobús sin rumbo fijo, sin despedidas, sin mirar atrás. No sabía a dónde iba, solo sabía que necesitaba alejarse. Respirar. Sobrevivir.
Terminó en una ciudad tranquila, de esas donde el tiempo parecía haberse detenido. Las casas eran amplias, los árboles ya desnudos por el invierno, y el aire era tan silencioso que parecía contener la respiración. La lluvia caía persistente, calando la ropa, la piel, los huesos.
Y allí, bajo esa lluvia fría, empapada, sola, temblando en una esquina como un cachorro abandonado, fue donde Sidney prescott la vio.
No era su camino habitual. No solía detenerse. Pero aquella figura pequeña, con la mirada rota y los labios morados por el frío, hizo que se detuviera. Había algo en ella... algo que no supo nombrar, pero que se sintió como un eco lejano.
Sidney bajó del auto. Le tendió la mano sin decir nada. Y cuando Hayley, apenas consciente, la aceptó, supo que no podía dejarla ir.
No fue una decisión impulsiva. Fue una necesidad. Un instinto que no pudo ignorar.
La llevó a su casa. La arropó. La alimentó. La protegió.
Y con el tiempo... la adoptó.
Porque nadie más lo haría. Porque nadie más había estado ahí.
No sabía nada de ella, solo que había huido de algo que la había dejado hecha pedazos.
Pero Hayley no era solo una chica perdida.
Era la primera ficha de un dominó que estaba a punto de caer.
Porque el pasado de ambas aún no había terminado de hablar.