Tengo ganas
De no hacer nada, de comerte y de escupirte. Lo segundo no literal, no, no. Me intoxicas, te enamoras, te elevo, subimos hasta caer en picado.
¿Me quieres? Afirmo: Te quiero. No me crees pero en el fondo lo sabes, y te aprovechas de la situación lo justo para hacer que pese a todo vuelva.
¿Por qué no puedo dejarme querer? Ya no interesa otra cosa, es cuestión de aparentar. Y yo parezco la nada pero estoy preparada.
Saltaría encima de ti y como me movería si me dejases, cuantos repasos iba a darte. Si te das la vuelta te miro el culo. Y cuánto más perros gritaría: ¡Dame, dame!
Pero me canso de todo eso, pretendes que me quede por algo que podría hacer cualquiera. Valoras más las palabras y todavía no has entendido que donde dije digo, digo Diego. ¿Qué, cómo te quedas? Igual me dejas a mí siempre.
Porque si uno de los dos fuera de otra forma las cosas serían muy distintas.
Por otra parte, no quiero nada. Breve resumen: No hay me aguante. Yo por exceso
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuentro con él y mi comentario imprudente en la fila para votar es el inicio de una propuesta que no puedo rechazar, así como tampoco puedo negar la profunda atracción y el inmenso deseo entre los dos.
De la noche a la mañana me he vuelto la futura dama y también he descubierto que soy la obsesión del presidente.