Tengo ganas De no hacer nada, de comerte y de escupirte. Lo segundo no literal, no, no. Me intoxicas, te enamoras, te elevo, subimos hasta caer en picado. ¿Me quieres? Afirmo: Te quiero. No me crees pero en el fondo lo sabes, y te aprovechas de la situación lo justo para hacer que pese a todo vuelva. ¿Por qué no puedo dejarme querer? Ya no interesa otra cosa, es cuestión de aparentar. Y yo parezco la nada pero estoy preparada. Saltaría encima de ti y como me movería si me dejases, cuantos repasos iba a darte. Si te das la vuelta te miro el culo. Y cuánto más perros gritaría: ¡Dame, dame! Pero me canso de todo eso, pretendes que me quede por algo que podría hacer cualquiera. Valoras más las palabras y todavía no has entendido que donde dije digo, digo Diego. ¿Qué, cómo te quedas? Igual me dejas a mí siempre. Porque si uno de los dos fuera de otra forma las cosas serían muy distintas. Por otra parte, no quiero nada. Breve resumen: No hay me aguante. Yo por exceso