Baby

Pete es ruidoso, despistado, le pide compartir la comida, le hace cientos de preguntas y no parece entender lo que es el espacio personal. A donde sea que va ahí está Pete sonriente y emocionado de verlo, como un perro que agita la cola cada que lo ve llegar a la casa.
Pero Vegas es un tipo más de gatos y no es fanático de que lo toquen sin permiso.
Aun así, el extrovertido Pete ha decidido que si la única forma de que lo deje dormir en su cama es que sean novios, entonces deben serlo y sin darle tiempo a negarse el pelinegro se instaló en su vida sin intenciones de irse pronto.
Entre orcas, siestas y libros con imágenes, Vegas está viviendo su peor pesadilla y Pete juega a que es amor a primera vista. Uno de los dos tendrá que ceder para sobrevivir, juntos o separados.