Eros, ¿dónde yace el antídoto factible contra el veneno que causa un amor no correspondido?
Ella, enamorada de las primaveras, un alma ingenua, amante de la ventura, curiosa hacia la vida. Su nombre es el capullo de la rosa que no ha visto tormenta alguna, sólo un plácido mar sin olas. Es magia, es tormenta, la perfecta mezcla entre la locura y la cordura.
Él, tan único e inigualable, aquel que se podría alegar es el amante sempiterno que toda enamorada del romance anhela encontrar. A pesar de sus espinas, conquistarla logró, mas un vil plan a cabo llevó. Raptó el alma de su conquista haciéndola prisionera en sus manos, y ahí la hizo víctima de una y mil torturas, las cuales hipócritamente él decía eran en nombre del amor.
¿Acaso seré convaleciente de tu amor mientras el aliento de la vida en mí persista?
40 semanas donde el recuerdo de una pasión macabra y la vez vehemente germinó. Donde los latidos de 40 poesías apasionadas dedican sus rimas a una historia olvidada, comentando lo vivido, el futuro no conocido y aquellos sentimientos ante el prójimo escondidos. Escupiendo sus anhelos, sin ego ni prohibiciones, desahogando su alma hasta que un día, cuando el adiós le acaricie, pueda hallar sosiego sin condiciones.
Allí, donde no se consumó el amor mas sí la pasión, donde las lágrimas eran incesantes pero a pesar del dolor cada encuentro la hacía sentir viva. Allí, donde fue desdichada y a la vez amada. En esos meses donde no amaron dos sino uno, su alma permanece raptada.