-¿Qué está escrito? -pregunté en voz baja, observando atentamente aquello exótico. -El nombre de mi padre y el mío. Hasta ahí me atreví a tocar mi frente. No sentí diferencia, mis dedos palparon mi piel de siempre. Y las letras siguieron allí. -¿Es como una...? -«Marca» dije para mis adentros. -Es un sello. Una decisión. Mi respiración se volvió mansa.