La primera vez que te vi, Alicia no estaba equivocada en absoluto. Mis mejillas se volvieron rojas como una manzana, y mi corazón latía tan rápido que pensé que podría salirse de mi pecho. No pude apartar los ojos de ti, cautivado por tu belleza y esa chispa única que irradiabas. A medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que no solo eras hermosa por fuera, sino también por dentro. Tu bondad y amabilidad eran evidentes en cada gesto y palabra que compartías con los demás. No podía evitar sentirme atraído hacia ti, mientras los chicos guapos y talentosos te rodeaban y te expresaban su amor. Ese sentimiento de celos me consumía por dentro. Me comparaba constantemente con ellos, preguntándome si era lo suficientemente bueno para captar tu atención. Me sentía inseguro de mí mismo, como si siempre estuviera a la sombra de esos chicos prodigios. ¿Cómo podría competir con ellos? Sin embargo me elegiste, por alguna razón me diste tú corazón, tal vez al peor partido de chicos, pero estoy agradecido por eso. Te amo.
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