The Bride and the Dragon

Llevaba tanto tiempo merodeando por las ruinas del Castillo de las Hadas que ya no recordaba si era hombre o bestia. Entonces, una noche de tormenta, los supersticiosos humanos del pueblo aledaño decidieron dejar a una indefensa virgen atada a una estaca en el patio del castillo para satisfacer mis insaciables apetitos.

Mis exigencias podrían infundir terror en los corazones de los hombres, pero esta audaz belleza se atrevió a desafiarme. Después de darme cuenta de quien era ella, no tuve reparos en hacerla mi prisionera, era el pago perfecto a la muerte de mi Reina.

Pronto me vi entrando a hurtadillas en la torre iluminada por la luna sólo para verla dormir. Poco sabe ella que bajo el exterior rudo de esta bestia late el corazón apasionado de un hombre. Puede que Aurora no crea en dragones, pero tengo la intención de utilizar todas mis artimañas sensuales para enseñarle a creer en algo aún más mágico: el amor y el odio.