La estancia se inundó de ruido, el caos lo envolvía todo, se escuchaban las sirenas de la policía y dos ambulancias. Un gato mauyaba en la habitación contigua, ajeno al infierno propiciado por un error deseado.
La habitación era de color anaranjado por la luz de las farolas que se colaban entre las cortinas de tul, conjuntaban con la sangre que manchaba la alfombra.
Como si se tratara de una novela de terror, los forenses susurraban tecnicismos en un tono tan leve que pareciese que no quisieran despertar a la joven, víctima de su propio asesinato. No hubo flores aquel día.
Eran las 00:37 de la madrugada, hacía un viento cálido, pero sus lágrimas estaban congeladas, lógico. En su corazón ya no había sangre, estaba convirtiéndose en hielo.
Ella también murió un poco aquel día.
Kim nunca pensó que mentir en su currículum la llevaría a una completa travesía con su joven jefe.
Nico nunca pensó que darle una oportunidad a Kim la convertiría en el amor de su vida.