Jonathan Lacroix era todo, menos lo que Elizabeth buscaba como esposo. Y el mero pensamiento de tener que compartir un anillo, una casa, una vida con aquél zoquete la irritaba. No es que lo odiaba, sino más bien que quería hacerlo. Porque él representaba a lo que la joven justamente no necesitaba en el presente: un consorte. ¿Y por qué su desprecio a la idea de casarse? Bueno, porque hacerlo se interponía con todos y cada uno de sus sueños. Especialmente, el de ser una pintora de renombre. © TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS