GUERRA Y PASIÓN (Próximamente)

Cuando conocí a Freddo sabía perfectamente que no era el tipo de hombre que le daría una flor a una dama o le abriría la puerta del coche. Él sentía una aversión por el género femenino, un desprecio que sólo se veía mitigado por su deseo sexual hacia este. Era evidente. Le importaba más la opinión de sus colegas de negocios que la de cualquier mujer.

Las chicas no hacían nada por cambiar esta actitud, al contrario, parecían alimentar su ego y desprecio al amontonarse a su alrededor.

Claro, Freddo estaba satisfecho en su perfecto mundo, donde él era el dueño de cada evento en su vida. Sin embargo, esa hermosa sonrisa altanera que se asomaba por su mandíbula bien definida comenzaría a desvanecerse poco a poco cuando me conociera, y yo me encargaría de ello.