Ya era bastante ofensivo que las acusaciones de brujería llegaran hasta la mismísima casa de los Fieflord, pero contra todo pronóstico, la cosa se puso aún peor, ya, que otra única persona limpia del pecado de la familia había decidido salir del camino de la Luz y mantener una relación pecaminosa con una sacerdotisa: un amor hereje que era permitido y celebrado por el nuevo Concilio de los Cuatro, ante quienes Lord Baltan se había visto obligado a abdicar recientemente por presiones políticas. Con el antiguo Rey y Líder de la Inquisición de la Luz en decadencia, el grandioso reino convertido en un concilio democrático dominado por personas con poco o nulo respeto por la religión, un matrimonio pecaminoso que llevaba su apellido, y, el enaltecimiento de todo aquello que antaño se consideraba como contrario al buen hacer, Lanlott se encuentra prácticamente solo en la cruzada contra los enemigos de la Luz. O casi... ¿Y si a un guerrero, ya de por sí corrompido por el pensamiento religioso, le empieza a hablar un Avatar de la Luz y le impele a enfrentarse a su propio reino y tomar el poder que ahora ostentaba un grupo reformista?
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