Hoy un día cualquiera de verano, aún recuerdo cómo fue que lo conocí, como era que miraba la luna pensando que él igual la veía, y de alguna forma u otra me recordara tan bien como yo lo hacía con él. Cómo era que tantas horas de estudio no me quitaban las intensas ganas de verlo de vuelta, aunque sea solo unos segundos.
Nuestro primer encuentro no fue muy largo, pero fue suficiente para que mi vida cambiará para siempre, desde ese momento había algo en el que me hizo sentir viva de nuevo y eso que solo era un simple extraño.
Al principio cuando recién lo ví, creía haber visto a un ser fuera de este planeta, pero no supe distinguir si era real o un producto de mi imaginación por el golpe que recién me había dado, pero ahora después de tanto tiempo, me doy cuenta que no estaba tan alejada de la realidad.
Sus ojos eran tan azules que no dude en sumergirme en el océano de su mirada, su risa y su voz siguen aún intactas en mi mente como si de un bucle se tratara, y desde ese momento él me mantuvo soñando despierta, con su viva imagen acompañándome día y noche.
Y si ahora me dijeran que estar completamente enamorada de él es un crimen, no me importaría pasar más de 100 años pagando mi condena.