En la velada perfumada, donde la luna se derrama en susurros sobre los pétalos de rosa, nace un aroma que enciende los sentidos. Cada nota, como un susurro al oído, despierta los recuerdos más dulces y los sueños más profundos. El perfume se desliza sobre la piel como un abrazo cálido, envolviendo el alma en un baile de sensualidad y misterio. Es la fragancia a la luz de las velas. En cada suspiro, en cada caricia, el perfume es el eco de cada alma, algo que solo se tiene una vez y que no puede guardarse en un frasco... ¿O sí?