Había que aprender a lidiar con el castigo divino al hacer algo imperdonable en vida.
Adaptarse a una nueva rutina, no era una bendición ser una diosa, al menos no para _____, era una cadena que la ataba de pies y manos, un castigo que solo le recordaba los errores cometidos durante su estancia en la tierra.
Cargando con el peso de sus pecados, su vida se ve envuelta en un periodo refractario del cual no logra salir, siendo que su mente es un caos total... O al menos, hasta que aquel dios, aquel hombre iluminado, abre un pequeño as de luz dentro del tornado existente en la mente de la joven diosa.
_____ comienza a comprender cuál es el propósito de su nueva naturaleza, guiada por la mano de Buddha, por un compañero que tiempo después se vuelve un ser indispensable para ella, porque inclusive en el mundo de los dioses, nadie se libra de aquella condena, la condena más dulce que los dioses pudieron crear...
Una condena de amor entre Buddha y Meztli.