Parece ser que no existe forma, ni persona capaz de salvarse de la enfermiza obsesión de los Berlusconi, ni siquiera ellos mismos. Poderosos, manipuladores y sobre todo obsesivos. El mundo les pertenece junto a las personas que habitan en él, algunas más que otras. -Me gustas, te lo juró, pero la culpa me carcome la conciencia. -No estamos haciendo nada malo, ¿acaso estamos dañando a alguien? -No quiero decepcionar a nadie, no quiero perder el amor de mis padres por esto. -Entonces, si no hubiera nadie a quien decepcionar, ¿me aceptarías? -Quizás, no tengo nada claro ~su rostro reflejaba lo afligida que estaba~ Lo que ella consideró una respuesta vaga fue suficiente para desatar la bestia insensible, obstinada y obsesiva de cualquiera con la sangre Berlusconi, era inevitable para ellos y Gian no tenía el mínimo interés en ser la excepción.
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