El Ojo del Demente vendía dibujos que predecían el futuro. O eso murmuraron las ancianas. Los dueños de tiendas místicas se detendrían a mirarlo. Dicen que innumerables sombras se acurrucaron a él como polillas a la luz. Hace unas semanas llegó El Camarero. Lo observaba desde lejos y se retorcía en las sombras. Murmuraban que la muerte venía a servir su sueño eterno al pintor y sus divinas profecías de una malévola oscuridad del pasado.
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