Siempre odió el transporte público. Toda esa gente desconocida pegada a ti, sus charlas no tan discretas, los empujones reiterados y las horas de sueño perdidas por tener que salir antes de casa para no perder el autobús. Diablos, lo odiaba, por eso su primer pago como abogado fue dirigido a la primera de muchas cuotas para su propio automóvil. Era mil veces más cómodo y tardaba muchísimo menos en ir de un lugar a otro. Que lo mejor que le haya pasado en la vida fuese gracias al transporte público era sin duda alguna, la ironía más grande de todas.