Ella sentía frío. Le temblaban los labios, a la vez, que se formaban grandes ojeras al rededor de sus ojos verdes, que, ahora se veían demasiado grandes para su cara. De pronto, tal vez, era el gélido invierno, que llegaba bajando la temperatura, o simplemente, era el frío de su cuerpo, que se venía instalando en su destrozado interior; lágrimas comienzan a caer por sus mejillas, como una cascada, cuando le vuelven los recuerdos, de la peor traición de su vida. -Yo solo quería ser feliz...-Murmura ella entre sollozos. -Lo se...-Le responde él, desde la incomoda camilla del hospital y la atrae a sus brazos. Él sabe que es lo que ella necesita. La conoce como si fuera parte de su ser.-Te voy a ayudar... Juntos lo lograremos. Ella asiente, inspirando su perfume. El podría calmarla en una guerra y confía en el sin limites. Podría dejarse guiar, a ciegas por el, hasta el fin del mundo. Lo que ellos, no sabían, es que, la obsesión también juega. Y que está en su contra.
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